La abrió Occidente, todo Occidente, en Afganistán, cuando financiaron, armaron y sobre todo legitimaron a los mafiosos del opio y la sotana y acabar así con la presencia de la Unión Soviética. Ya no hay forma de volver a meter los demonios en la cueva.
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La abrió Occidente, todo Occidente, cuando zancadilleó al gigante soviético y multiplicó hasta el infinito las injusticias en aquellas tierras. Muchos de los demonios escaparon de Rusia, de Rumanía, de Albania, de Kosovo... y están también aquí, en Occidente, sin escrúpulos y sin piedad. Ya no hay forma de devolverlos a una cueva que ya no existe. Estados Unidos, a lo largo de más de cien años, ha aprendido a convivir con todos los demonios que le fueron llegando... Pero ¿a qué coste?
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La abrió Occidente, ya no todo Occidente (que no cese la esperanza), cuando derribó la estatua de Sadam Husseim, y luego permitió que lo colgasen. Y salieron de la cueva los demonios que adoran a otros demonios, y que ahora lapidan a las niñas porque se atreven a amar. Y desencadenan la venganza de los otros demonios. Porque la noticia, hoy, no es como nos hacen creer las televisiones (sólo porque el video de la lapidación es morboso y vende) la lapidación de esa adolescente. Sino el hecho de que, en venganza, Al Qaeda ha degollado ya a 24 miembros de ese clan, y ha prometido elevar la cifra hasta 500. Lo más patético del caso es que el medio del que recojo el vínculo es iraní, y califica como asesinato lo que cuando lo aplican en su propia país denominan justicia.
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Demonios... Demasiados demonios libres. Y hay responsables.
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