2006/12/25

El botellón llega a la academia...

...y no es que los de la Real se hayan habituado a practicarlo. No, porque no pueden satisfacer dos de las condiciones esenciales que explican el botellón: son viejos (o quieren serlo como el Muñoz Molina ese que usa-ba bigotito como Aznar) y pueden pagarse las copas estén al preci que estén. Me refiero a que el tema, o más exactamente nuestra investigación, interesa en el mundo académico.... y no académico. En el otoño hablamos del tema en Portugalete, Albacete y Córdoba.













En octubre viajé a contarles algunas cosas a un grupo de jóvenes de toda España (incluidos algunos Erasmus) que participaban en una iniciativa innovadora del Ayuntamiento de Portugalete (que ya fue un adelantado en enfrentarse con inteligencia a estos fenómenos), que pretende hacerlos corresponsables. Qué diferencia con el ayuntamiento nacionalista de Bilbao, que ese mismo día prohíbe (como si se pudiesen poner puertas al campo) el botellón en su municipio (una medida ridícula, siendo piadosos, en la tierra de la kale borroka). Una estancia sumamente agradable, en un acogedor hotel sobre la ría, junto al puente de hierro, que por primera vez puder por la parte superior, lo que lo hace todavía más espectacular.
Ya había estado cerca hace cosa de un año, en la Universidad Deusto, haciendo con otros miembros del equipo (Ramón Fernández y Georgina Cortés) una exposición mucho más exhaustiva de los aspectos más técnicos de la investigación, invitados por la profesora Teresa Laespada.
Es curioso (bueno, en realidad previsible si lo hubiera pensado): lo que llamó la atención de los periodistas fue que calificase el botellón de acto creativo de la juventud, no mi advertencia de que el problema grave está en la presencia de menores, y en la necesidad de que los propios jóvenes se hagan responsables de impedir esa presencia, como ciudadanos que deben aprender a ser.
En octubre también estuve en la Universidad de Castilla la Mancha, hablando sobre la placenta social a los alumnos del programa de doctorado del Instituto de Criminología, en un curso sobre Adolescentes.

A finales de noviembre estuve en Córdoba para participar en un interesante experimento sociológico organizador por el IESA, con los auspicios del CIS: la que denominan como primera encuesta deliberativa en España, precisamente en torno a la problemática de los (a mi juicio mal llamados) botellódromos, como alternativa a los problemas ambientales y de convivencia derivados del botellón. Se oyen cosas muy curiosas, vivo en directo el surgimiento de un auténtico líder juvenil en el curso de los debates, y tenemos unas cenas muy agradables con el megaequipo del proyecto. Me encuentro Teresa Laespada, a quien precisamente en Bilbao no había podido conocer en el curso que había organziado ella, que trae al debate agudas observaciones sobre la problemática derivada del consumo de alcohol por los menores. Y topo por el evento con una vieja amiga a la que hacía un cuarto de siglo que no veía, ufff, qué mayores (ahora anda de fontanera de altura, así que corramos un tupido velo). Pero sobre todo topo de nuevo con la Alhambra... Y con Gaviria, que últimamente cunde más que el arroz...













Y es que Gina, Teresa y yo nos fuimos a hacer un poco de turismo, y en una exposición fotográfica sobre cascos históricos árabes, en el Alcázar de los Reyes Cristianos, se recoge el de Tudela... y helas! ahí está Mario en bicicleta! Como se empeña en no usar e-mail, se la envío a su hija para que se la envíe a su cuñado para que se la imprima... En fin. El mundo es un pañuelo: the global handkerchief

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